Dos vidas. Gertrude y Alice by Janet Malcolm

Dos vidas. Gertrude y Alice by Janet Malcolm

autor:Janet Malcolm [Malcolm, Janet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Biografía, Memorias, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T00:00:00+00:00


Gertrude Stein en el 27 rue de Fleurus, 1913.

Fotografía de Alvin Langdon Coburn.

Stein se ocupa a continuación de la familia del sinvergüenza, de los Hersland, inspirada en su propia familia. Y adopta un estilo nuevo. Para entonces ya ha escrito Tres vidas, un texto con el que este nuevo estilo guarda ciertas semejanzas en cuanto a su abstracción, aunque carece por completo de la concisión de aquel. Es como si Stein se hubiese impuesto como norma agotar definitivamente cualquier tema antes de pasar al siguiente. Nada se dice una sola vez. Todo se repite sistemáticamente, con leves variaciones que se deslizan sigilosas como en una pieza musical. Así, una y otra vez se habla de la madre, Fanny Hersland, «la pobre madre insignificante» que «vivió perdida entre todos ellos y de la que todos se olvidaban, y que ahora moría entre ellos y nunca pensaban en ella, aunque a veces fueran buenos con ella, pues para ellos apenas existía, hasta que finalmente murió, y el único recuerdo que dejó en ellos fue el de una pobre mujer dulce y asustada». Sabemos que la madre de Stein murió de cáncer cuando Gertrude tenía catorce años. En la Autobiografía de todo el mundo cuenta: «Mi madre murió tras una larga enfermedad que la mantuvo mucho tiempo postrada, de ahí que para entonces ya nos hubiésemos acostumbrado a arreglárnoslas sin ella. —Y añade—: Lo he contado todo sobre mi madre en Ser norteamericanos, pero esto es una ficción y a fin de cuentas de qué sirve que sea una ficción. De qué sirve que sea una ficción cuando es real». Y «de qué sirve recordar cualquier cosa. De nada». No obstante, recordar tuvo mucho sentido para Stein mientras escribía Ser norteamericanos. Los pasajes en los que habla de la madre «insignificante» figuran entre los mejores del libro. El relato indirecto de una pérdida inaceptable le permite alcanzar un nivel de expresión extraordinario. El insistente estribillo de la madre insignificante insinúa, naturalmente, todo lo contrario. Stein rompe el duro caparazón de sus defensas infantiles y se permite llorar su pérdida. Lo hace de una manera característicamente perversa. Dedica mucho espacio no a describir su dolor, sino el dolor de los criados, que no necesitaban endurecerse ante la inminencia de la muerte y que hacían que la enferma se sintiera necesaria, un privilegio que le negaban «el padre airado y los tres resentidos hijos mayores». «Fueron los criados quienes la recordarían siempre, el ama de llaves, las personas que tuvo a su servicio, las personas que fueron para ella la vida real, las que despertaron sus sentimientos más importantes, ellos siempre la recordaron, ellos supieron percibir el ser importante y real que había dentro de ella.»

Cuando Stein escribió la parte dedicada a Fanny Hersland, se encontraba todavía en una primera etapa de este viaje; el libro iba a convertirse en algo que nadie podía haber previsto, en un peculiar monstruo que, si bien es posible leer de principio a fin, resulta imposible resumir. Cada crítico debe conformarse con una o dos ramas de este bosque literario de secuoyas.



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